lunes, 20 de febrero de 2012

A santa Compaña (II)


A la cabeza de dicha procesión va a ir un vivo -o sea, una persona mortal- que va a llevar una cruz y un caldero, donde hay agua bendita. A continuación, irán las ánimas, que lo siguen, con sus velas encendidas, que no siempre son visibles; pero, si se nota su presencia a causa del olor a cera y el viento, que son capaces de levantar a su paso. La persona viva, que está en primer término de la procesión, puede ser tanto un hombre, como una mujer, dependiendo de si el patrón de la parroquia es un santo o es una santa. Según la leyenda, quien realiza dicha función, cuando se hace de día, no se acuerda de lo que tuvo lugar, durante la noche. La única manera de reconocer a las personas que están viviendo este castigo, es por su delgadez extrema y por su palidez. Un truco es que, cada noche, su luz va a ser más intensa, mientras que, por el día, el color pálido de su piel va a ir aumentando. Y, es que no pueden descansar ninguna noche, por lo que su salud se irá haciendo, cada vez, más débil y acabaran enfermando, sin que nadie sepa muy bien, cual es la razón de su empeoramiento. Además, se encuentran condenados a vagar, cada noche, hasta que acaban muriendo o que algún incauto sea sorprendido -el cual pasará a encabezar la procesión, portando la misma cruz que llevaba él-.
Foto: fuente

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